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La modernidad, el tiempo y la creatividad

La modernidad ha traído consigo una serie de avances y aportes creativos al desarrollo de la humanidad. Por ejemplo, podemos destacar el descubrimiento de nuevos planetas y galaxias con sondas y telescopios espaciales, resultado del surgimiento de microprocesadores y cohetes más eficientes. El hallazgo de la penicilina y de vacunas para combatir enfermedades como la Viruela y el Covid-19, que salvan millones de vidas. También descubrimientos más comunes cómo el Internet y los Smartphones, que nos permiten acompañar nuestros paseos y ratos libres con canciones, fotografías y libros favoritos, con tan sólo un touch.

Resulta interesante detenernos a revisar los efectos que estas innovaciones tienen sobre nosotros, especialmente sobre la apreciación del tiempo y en nuestra forma de vivir (Bauman, 2003). Un ejemplo de ello es que hoy podemos tener amigos en otros continentes, con los que nos relacionamos por Twitter, Facebook y/o Instagram de forma rápida y fluida, y al mismo tiempo tenemos vecinos con los que nos cruzamos diariamente y que no llegamos nunca a conocer, a pesar de que tal vez, nos aquejan problemas comunes.

Para algunos, resulta natural y necesario, mantener una dirección coherente con el desafío de actualización de la modernidad. Para otros ha surgido una sensación de aceleramiento del tiempo, intranquilidad y cansancio que causa malestar(Román, 2015). Es probable que el lector haya pasado por estas experiencias durante su semana, sin notarlo o que haya tenido que pedir ayuda profesional para mitigar esos efectos.

Dos pensadores actuales Byung Chul Han (El Aroma del tiempo, 2015) y Zygmunt Bauman (El Tiempo Líquido, 2007 citado en Durán, 2014), plantean que la causa de la intranquilidad y del aceleramiento se debe a la atomización o dispersión del tiempo, producto de una desconexión entre lo que hemos hecho y lo que hacemos, que nos lleva a una sensación de pérdida del tiempo lineal que conecta distintos momentos entre sí. Esta dispersión del tiempo ocurre, pues el objetivo es incrementar el disfrute y la productividad, lo cual se encontraría limitado por la revisión del pasado y la contemplación de nuestra experiencia en sí. Desde esta perspectiva, nuestro rendimiento, se considera capaz de incrementar nuestro tiempo de goce individual, con foco en generar mayor disfrute sensorial y corporal, que entrega un débil y frágil sentido de unicidad, al no estar acompañado por un sentido fundamental o un para qué.

En relación a esta postura, se considera que la creatividad puede verse afectada negativamente por el efecto de dispersión y saturación de la modernidad, dado por el exceso de información sensorial, impactando en nuestra capacidad de contemplar, flexibilizar nuestro pensamiento y desarrollar estrategias para mejorar las condiciones de la vida de las personas, ya que el comportamiento creativo incluye una revisión de lo que se ha hecho o experimentado previamente.

Para el psicólogo humanista Carl Rogers (1954) la creatividad se define como el surgimiento en acción de un producto relacional novedoso, que emerge de la unicidad del individuo por una parte, y los materiales, acontecimientos, personas o circunstancias de su vida por otra.

Otra mirada es la de Joy Guilford (1950), psicólogo cognitivista, que la describe como ciertas aptitudes individuales ligadas a la fluidez, la flexibilidad, la originalidad y el pensamiento divergente o no convencional. Junto a lo anterior, se ha descubierto que las emociones juegan un papel vital en el pensamiento creativo, siendo centrales los estados emocionales positivos para dar respuestas creativas rápidas (Ej. Juegos como la Lluvia de Ideas) y no así para problemas que conllevan mayor tiempo de análisis e incluso frustración (Ej. Al escribir una historieta o una canción) (Ivcevic & Hoffmann, 2019).

La creatividad sería el resultado del enfrentamiento de una persona ante una situación problemática, sus habilidades técnicas y su capacidad de gestionar sus emociones. Sin embargo, Rogers va más allá al señalar que el acto creativo es esencialmente un producto relacional. Podemos asociar esto con el principio de que todo acto creativo resulta ser un puente entre distintas cosas,  ideas o personas (Stein, 1964, citado en Esquivias, 2004), de tal modo que sus resultados permiten una mayor comprensión o resolución de un problema, mejorando la situación inicial de quienes participaron en su desarrollo. 

Habitualmente la creatividad se conecta con el concepto de productividad o de creación de valor, aspecto que puede ser riesgoso desde el punto educativo o terapéutico, ya que concentraría el esfuerzo en su valor comercial o gratificante (Llobet, 2011). Si bien, el objetivo de un acto creativo es generar un “producto”, este no es su objetivo central, sino el de resolver un problema humano y se debe tener esto presente al valorar su real impacto (De la Torre, 2006; David, 1998).

Hacia una creatividad más allá de los productos.

Desde la rapidez e inmediatez, solemos enfocarnos en los resultados, olvidando la importancia y trascendencia que tiene en nuestro desarrollo, como seres sociales, la vivencia de los procesos creativos, cómo  cuando aprendimos a dibujar a nuestros padres y a nosotros mismos siendo niños (Swayer, 2006). En cambio, un ejemplo de la creatividad hacia un fin sería aprender a pintar para vender cuadros y ser reconocido por ellos. Al visualizar el proceso creativo como un medio, aprendes a pintar lo que habitualmente está sólo en tu mente. A través de una técnica pictórica, se da apertura para incorporar el ejercicio contemplativo necesario para ejecutar luego un acto creativo (Tarkovski, 1985) y se traslada la importancia del resultado concreto hacia las emociones que emergen, vivencia e historia, desde donde podemos luego situarnos para visualizar nuevas posibilidades de acción. Aquí, ya equipado con la técnica y mi sentido, puedo pintar creativamente para remecer y movilizar a mi entorno sobre algo que me o nos conmueve.

Los procesos creativos basados, por ejemplo, en el arte o en el juego, son una oportunidad de resistencia creativa (Han, 2015, 2009), pues constituyen entornos donde surge de manera libre nuestra subjetividad, abriendo espacios de diálogo entre la historia y el presente de cada uno de sus participantes, estimulando procesos interpretativos que emergen de una construcción inter-subjetiva quepromueven una sensación de tiempo pausado, permitiéndonos re-dirigir las exigencias externas que nos invitan a situarnos desde el presente para responder a los problemas del mañana.

Actualmente, podemos tener acceso a procesos terapéuticos desde diversas modalidades creativas, desde las artes plásticas -Arteterapia-, la danza -Danza Movimiento Terapia-, el teatro -Dramaterapia, la música -Musicoterapia-, la escritura -Escritura Terapéutica-, donde estas formas artísticas se convierten en el medio para expresar y elaborar conflictos emocionales, logrando representar de manera simbólica lo vivido internamente (Naumburg, 1947), donde el proceso creativo en sí mismo se transforma en un proceso integrador, sanador y procursor de bienestar (Hill, 1942).

Desde esta re-mirada de la creatividad, parece relevante considerar el potencial terapéutico que tiene una intervención desde un enfoque creativo, en contextos donde cada vez las personas se encuentran más desligadas de un sentido propio y tiempo personal, que se sostiene en su historia de experiencias, en el sentir mi cuerpo en la relación con los demás, y en su actuar ¿con qué fin?.

Ps. Matías Carrasco S.
T.O. Pauline Lavanchy B.

Referencias:

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Bauman, Z. (2003). Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil. Madrid, España: Siglo XXI.

Durán, J.F. (2014). Tiempos Líquidos. Configuraciones de la temporalidad actual en obra de Zygmunt Bauman.  Aposta. Revista de Ciencias Sociales (España). 1(60). 1-25. Recuperado el 28 de mayo de 2021, de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4540287

De la Torre, S. (2006). Creatividad y arte. Un nuevo camino para la inclusión social.  Creatividad y sociedad: revista de la Asociación para la Creatividad, 9. 19-31. Recuperado el 27 de mayo de 2021, de http://creatividadysociedad.com/wp-content/uploads/2019/10/revista-CS-9-.pdf

David, J. (1998). Ética, Creatividad y Economía. Recuperado el 26 de mayo de 2021, de http://www.see.org/garcia/etcrecon.htm

Esquivias, M. (2004). Creatividad: definiciones, antecedentes y aportaciones. Recuperado el  25 de mayo de 2021, de https://www.revista.unam.mx/vol.5/num1/art4/ene_art4.pdf

Guilford, J. P. (1950). Creativity. American Psychologist, 5(9), 444–454.

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Han, Byiung Chul (2009). Shanzhai. El Arte de la Falsificación y la Deconstrucción en China. Buenos Aires, Argentina: Caja Negra.

Ivcevic, Z., & Hoffmann, J. (2019). Emotions and Creativity: From Process to Person and Product. In J. Kaufman & R. Sternberg (Eds.), The Cambridge Handbook of Creativity (Cambridge Handbooks in Psychology, pp. 273-295). Cambridge: Cambridge University Press.

Ivcevic, Z. (2019). Creativity Is More Than Just Coming Up with Ideas. Recuperado el 28 de mayo de 2021 de https://www.psychologytoday.com/us/blog/creativity-the-art-and-science/201907/creativity-is-more-just-coming-ideas

Llobet, M. (2011). La creatividad social frente a la sociedad del riesgo. Recuperado el 28 de mayo de 2021 de file:///C:/Users/mcstu/Downloads/La_creatividad_social_frente_a_la_sociedad_del_rie.pdf

López, M. (2009). La intervención Arteterapeutica y su metodología en el contexto profesional Español [Tesis de Doctorado, Universidad de Murcia]. Tesis Doctorals en Xarxa, TDX.

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Rogers, C. (1954). Toward a Theory of Creativity. ETC: A Review of General Semantics, 11 (4), 249-260.

Sawyer, R. K. (2006). Introduction: The New Science of Learning. In R. K. Sawyer (Ed.), The Cambridge handbook of: The learning sciences (p. 1–16). Cambridge University Press.

Tarkovski, A. (1985). Esculpir en el tiempo. (13va ed.). Madrid, España: Rialp.

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